Passengers

Crítica de Passengers, una interesante propuesta de ciencia ficción, aunque demasiado edulcorada

Passengers es una curiosa y entretenida  —no vamos a negarlo, a pesar de todos sus males— película de ciencia ficción, cuya trama tiene como eje vertebrador una cuestión o dilema sobre el que resulta interesante reflexionar, pero del que es imposible obtener una respuesta válida, pues nadie sabe cómo actuaría en una circunstancia límite como la se plantea. En primer lugar, dejar claro que la etiqueta «ciencia ficción» es meramente circunstancial y los hechos bien podrían suceder en cualquier otra situación. Los personajes tampoco creo que sean los mejores posibles, mejor dicho actores. Ahora bien ¿qué dilema nos plantea esta película, y cómo lo resolvería nuestro «yo»? Todo lo que sigue es un spoiler crítico, total y absoluto, así que si decides leer, que sea bajo tu responsabilidad.

Bien, pongámonos en situación. Tenemos una nave espacial de transporte llamada Avalon, con más de 5000 personas a bordo, entre pasajeros y tripulación, que se dirigen a un planeta lejano, desde La Tierra, con el objetivo de colonizarlo. Todos ellos viajan en modo hibernación, pues dicha travesía dura 120 años, al 50% de la velocidad de la luz. La nave se pilota sola en modo automático; una nave tan perfecta, demasiado perfecta, en la que nada puede fallar. Pero algo falla. Tras un impacto fortuito, una de las capsulas de hibernación se avería, por lo que uno de los ocupantes se despierta antes de tiempo (Chris Pratt); 90 años antes de llegar a destino, para ser exactos. Pratt —«Guardianes de la Galaxia, 2014»; «Los siete magníficos, 2016»—, interpreta a un simple mecánico, que ahora observa estupefacto y desesperado como es el único ser vivo de la nave, que está despierto, y con un trayecto por delante al que llegará cadáver si no consigue introducirse de nuevo en su cápsula de hibernación. Y no, no es posible; él no sabe cómo reactivar el proceso. Durante un año vaga por los pasillos de una más que impresionante nave espacial, tratando de encontrar en vano una solución y, de paso, poco a poco, pensando en el suicidio como única salida. Finalmente, y en el último momento, observa una de las capsulas de hibernación, y en ella cree descubrir a su amor verdadero (Jennifer Lawrence); una fantasía que le salva de la autodestrucción; un flotador en medio de océano, justo cuando estaba a punto de ahogarse, cansado de nadar a contracorriente.

Llegados a este punto es cuando se nos plantea el dilema. El personaje está solo, tiene de todo lo que necesita para vivir, pero está condenado a la soledad eterna, allí dentro, hasta el fin de sus días. Jennifer Lawrence sería la compañera perfecta —una actriz que a mí poco o nada me gusta, dicho sea de paso—, y él se ha enamorado de ella, pero está dormida. Entonces piensa en despertarla y convertirla en su compañera; un gesto egoísta que la condenará a una vida de enclaustramiento, posiblemente contra su voluntad. ¿Tú qué harías, la despertarías para no estar solo, sin contar con su opinión? ¿No lo harías, y continuarías vagando por la nave hasta enloquecer por completo, o… te suicidarías? Nuestro protagonista opta por despertarla, hecho que justifica con una mentira. A partir de ahí es cuando entra en funcionamiento la máquina de fabricar azúcar propia de las películas americanas, convirtiéndose toda la trama en una «pastelada de mucho cuidado»; y aun así entretiene. Por supuesto, para azuzar el dramatismo y la emoción, sucederán una serie de hechos más o menos inesperados, que harán que los sentimientos se polaricen, yendo de un punto a otro como si de un tiovivo se tratase, momento que comienza cuando ella descubre la verdad.

Toda la película está llena de artificios que posibilitan la concreción del dilema, tales como la imposibilidad de despertar a un ingeniero que sepa cómo reactivar las cámaras de hibernación, o el hecho final que lleva a la redención del pecador, sin olvidarnos de un sinfín de momentos ridículos, rocambolescos e imposibles de justificar. Como era de esperar, el amor triunfa y al final todos son felices…, y comieron perdices. Una frase que me ha gustado, es la que viene a decir que, por obsesionarte con el lugar donde te hubiese gustado estar, no sepas disfrutar de aquel en el que ahora estás, y es que el protagonista lo tiene todo, ambos lo tienen todo para ser felices, y es algo en lo que reparan justo al final, antes del «Final Feliz», cuando deciden permanecer juntos para siempre. Yo no voy a entrar en el dilema, porque no sé qué es lo que haría si estuviese en el lugar del protagonista, pero dudo mucho, muchísimo que despertase a Jennifer Lawrence. Con más de 5000 personas a bordo, y tanto tiempo libre, haría un casting en condiciones. Ahora bien, sí sé cómo desarrollaría la trama si fuese un director «pulp» y no uno tan cursi como Morten Tyldum, rodando una peli tipo Disney, como es Passengers. Y eso que este director sabe cómo hacer una buena película pulp, no en vano dirigió una de las sorpresas cinematográficas que, en el año 2011, gocé con mucho gusto: «HeadHunters, 2011».

Bien, ¿cómo hubiese sido Passengers en versión pulp? Lo tengo clarísimo. Bueno, la verdad es que tendría varias posibilidades y mucho más ajustadas a la realidad, a la condición humana. Veamos... lo lógico es que el protagonista sí despertase a la chica, suponiendo que éste sea un hombre heterosexual, claro; y que para ello escoja a una que le gusta. Hasta aquí vamos bien. Sin embargo, en la vida real las cosas no suelen ser de «película», y lo más lógico es que, en un espacio como el que se plantea, con el tiempo y, en el mejor de los casos, el uno acabase del otro hasta los mismísimos. Tampoco no todos somos..., no todos los mecánicos son tan atractivos como Pratt, lo cual siempre ayuda. ¿Os imagináis a un tipo estilo «Torrente; el brazo tonto de la ley», arrancando por la fuerza de su letargo a una chica como Jennifer Lawrence? Y, todo ello, no habiendo más normas ni leyes que las que uno quiera ponerse. Y…, ¿por qué no matar a tu compañera / compañero, cuando ya deja de ser útil a tus propósitos? ¿Por qué no despertar después a otro, y luego a otro, y otro? ¿Quién no se imagina el terror y la angustia de un demente corriendo por los pasillos de la nave espacial hacha en mano, como Jack Nicholson en el Resplandor?

Conclusión: Está claro que la película es una versión muy romanticona de Pandorum, pues el planteamiento inicial es más o menos el mismo. A partir de ese momento inicial todo son trampas de guion «Deus Ex Machina», y hay tantas que la definición de la palabra «absurdo» se queda corta. Es como si el amor todo los justificase, todo sea válido con tal de obtener un final feliz. Da igual que el protagonista no sea capaz de arreglar una cápsula de hibernación, pero sí cambiar las piezas de un reactor nuclear; ni que un rayo desintegrador de millones de grados centígrados no le haga más que cosquillas, y de morirse, no hay problema, porque la máquina resucitadora funcionará cuando más se la necesite; y así una tras otra. Dejando todo ello a un lado, lo cierto es que el dilema vertebrador resulta más que interesante, pero se echa en falta la verdadera naturaleza humana, donde los instintos primitivos de Eros y Thanatos tendrían un caldo de cultivo inmejorable como es el seno de la nave Avalon.

Lo mejor: La ambientación, el personaje secundario interpretado por Michael Sheen (robot), y, por supuesto, todas las posibilidades imaginativas que nos ofrece el dilema en cuestión.

Lo peor: Película demasiado romántica, demasiado azucarada, donde el devenir de las cosas cae en lo ridículo y lo absurdo, con tal de que el amor triunfe. Como no seas fan de la pareja protagonista, el metraje puede resultarte bastante aburrido. Laurence Fishburne, es harina de otro costal. Por momentos creo que ni él mismo sabe en qué película está, o si todavía sigue en su querida y añorada Matrix.

Veredicto: Entretenida y sugestiva, pero tan desaprovechada como ridícula. Más que de ciencia ficción, se trata de una película romántica, especialmente dirigida a fans de la pareja protagonista. Me hubiese gustado ver a «Torrente» o, en otra linea, a «Jack Nicholson», de «El Resplandor»; ambos en el papel de Chris Pratt. Passengers hubiese sido mucho más interesante; aun así, tal y como está, se deja ver.

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