Rambo 5

Rambo V: El regreso de un Dios necesario y justiciero

Hace ya mucho tiempo que había perdido toda esperanza de volver a disfrutar con una nueva entrega de Rambo, y es que los años no pasan en balde. Además, fueron muchos los rumores y cambios de dirección que, año tras año, ocupaban las páginas de revistas cinematográficas sin que hubiese nada concreto [Hunter, lo último de Silvester Stallone; Rambo 5 ya tiene título: Last Blood] excepto una cosa: el tiempo pasaba y Rambo parecía no despertar de su letargo. Ahora, por fin, 10 años después de su última aventura, regresa, y lo hace para despedirse. Rambo V cierra un ciclo formidable y además con los galones que se merece.

Me deja perplejo leer la crítica de supuestos expertos en cine, según los cuales esta quinta entrega en abominable entre otras cosas porque es ¡muy violenta! Esta claro que estos críticos no saben de lo que están hablando y, probablemente, ni siquiera sepan quien es el personaje de John Rambo. Esto es como ir de vacaciones a Groenlandia y quejarte porque hace frio. Rambo es un guerrero, un martillo, una apisonadora, una máquina de matar; su historia no es la de un profesor de matemáticas jubilado que recuerda sus correteos cuando era un jovenzuelo universitario; y decir que esta quinta entrega es violenta, o incluso racista, es ridículo. De hecho es la más pausada de todas, y lo es con razón. Rambo tiene sus músculos entumecidos, y necesita tiempo para volver a ser lo que es, un guerrero de sangre y fuego, pero también de honor. Ahora bien, críticos de pacotilla al margen, sí que me ha sorprendido que el ataque más furibundo provenga, precisamente, de su creador: David Morrell; quien escribió la novela de «Acorralado» en la que se basa el nacimiento del personaje, y, según declaraciones suyas, este último capítulo no le ha gustado lo más mínimo. Obviamente, no estoy de acuerdo. A mí sí que me gustó.

Algunos critican que se trata de una historia de venganza, moralmente reprobable, pero se equivocan. Se trata de algo mucho más profundo. Rambo es un Dios implacable, justo y necesario, y la venganza en su forma de impartir justicia, de imponer orden y equilibrio sobre todas las cosas. Él es a los villanos lo que Dios al Antiguo Testamento; él es el cirujano que extirpa el cáncer, en vez de tratar convencerle con amable poesía para que no progrese; él es…; vale, mejor echo el freno, supongo que la idea ya ha quedado clara. Rambo está cuando se le necesita, y su propia vida no importa. No tendría reparos en sacrificarse por quien fuera que lo mereciese. El crimen es pecado y debe purgarse. Esto es algo que deja muy claro en su breve pero intensa conversación con Paz Vega, actriz española que interpreta a una periodista que lleva años arrastrando su dolor, y en cambio trata de convencer a Rambo, por miedo, que lo mejor es olvidarse de todo cuando ya no hay solución, porque el crimen ya está consumado. No, si no haces lo que tienes que hacer, si los hombres buenos no toman las armas para impartir justicia, cuando esta no existe, entonces el mal prevalece, y gana [Frase: Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada; Edmund Burke]. Rambo lo sabe, no en vano lleva toda su vida luchando contra el mal, haciendo justicia.

Sin embargo, no todo es perfecto. Hay algunas cosas que hecho o falta, o que podríamos criticar. Primero, si bien me encantado el detalle de los túneles —solo le falto decir que los había construido para sentirse como en casa, cuando le preguntan el porqué de su existencia—, creo que la secuencia final, que se desarrolla precisamente en ese enclave, no está bien rodada. Tuve la sensación de que todo trascurría demasiado rápido, de manera confusa, sin que diese tiempo a disfrutarla.

Otro aspecto que hecho en falta son las frases lapidarias. Esas sentencias, frases memorables que todos recordamos con cariño: «No he venido a salvar a Rambo de ustedes, sino a ustedes de Rambo». Faltan frases de este estilo, y faltan momentos de reconocimiento al gran guerrero, que ya nadie conoce. En ningún momento sus adversarios comentan su gran valía o destreza; nada. Hubiese estado bien que al entrar en los túneles, los villanos descubriesen quien era, al ver sus fotos y medallas, y entonces sintiesen pánico. Es por ello que la sensación de terror queda desfigurada, y este tipo de conversaciones entre los villanos es algo que se echa en falta, tal y como comenté en el párrafo anterior. Villanos que, debemos reconocer, han gozado de una excelente interpretación a cargo de los actores Sergio Peris-Mencheta y Óscar Jaenada.

Otro detalle más. Son tres las armas que caracterizan el personaje: cuchillo, arco y ametralladora (la cinta para el pelo no la contamos). Los dos primeros quedan perfectamente homenajeados en esta entrega, no así la tercera en liza. ¿Por qué no se incluyó alguna escena con una M60? Esto es un fallo imperdonable. Hubiera estado genial que la utilizase en los tuneles. Debería tener una allí guardada, como souvenir de sus vacaciones en un resort vietnamita que todos conocemos.

En resumen, un magnífico cierre, para un personaje mítico. Si te gusta el cine de verdad, como el que se hacía antes, sin complejos, entonces esta es tu película. Y no hagas caso de esos críticos que ponen a esta película a caer de un burro, simplemente porque no está en la línea de ciertas las políticas de pensamiento, donde la estupidez se convierte en dogma de fe. Probablemente muchos de los críticos que han atacado esta película son los mismos a quienes les hablas de la productora Cannon, y creerán que les estás intentando vender una fotocopiadora; o aquellos que todavía creen que la literatura pulp es una forma de infraliteratura… ¡ni caso!

Por desgracia, todo apunta a que Rambo V será el fin de una saga, y esto no sería correcto. Rambo es la epopeya de un guerrero, y un guerrero debe morir en el campo de batalla, no de viejo en un asilo. Por favor, mi Dios Justiciero, danos pronto otra aventura, y no te cortes, sé todo lo duro y vengativo que sea necesario, y cuanto más políticamente incorrecto seas, mejor para todos.

Sé un martillo, porque el mundo está lleno de clavos que te necesitan.