Polybius

Polybius, un videojuego maldito, una leyenda urbana, un misterio inexplicable o un experimento secreto del gobierno. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

¿Qué es una leyenda urbana?

Antes de abordar el misterio de Polybius, al que muchos tildan de «Leyenda Urbana» y otros de experimento secreto, veamos en qué consiste el concepto. En primer lugar, una leyenda urbana no quiere decir que el relato en cuestión suceda en una ciudad, sino que hace referencia a tiempos presentes, modernos, en contraposición con las leyendas clásicas, antiguas, y que a día de hoy estarían por completo descontextualizadas. Y, en segundo lugar, este tipo de relatos o creencias populares supuestamente «falsas», se caracterizan por sustituir la tradición oral de toda la vida por la utilización de medios tecnológicos, como son internet, a efectos de magnificar o exagerar los hechos, incluso hasta límites absurdos, pero siempre creíbles.

Existen leyendas urbanas de todo tipo, desde las más conocidas como Bloody Mary, hasta los «creepypastas» —relatos de terror copiados y pegados a través de la red— como Historias de miedo: Slenderman,  o aquellas otras más extravagantes como los ingredientes secretos de la Coca Cola, que Elvis Presley sigue vivo, o que la Gran Muralla China se puede ver desde el espacio. Los videojuegos, por supuesto, también tienen sus leyendas urbanas, y algunos de los títulos más conocidos son Killswitch;  Berzerk; Lair; Herobrine; y Pueblo Lavanda; sin embargo, hay dos que destacan sobremanera: Uno, E.T. El Videojuego. Leyenda Urbana Desvelada, y otro: Polybius, la máquina del terror.

¿Qué es Polybius?

Polybius es el nombre de un videojuego tipo arcade y, por las descripciones de supuestos testigos, muy similar a otro título coetáneo bien conocido del fabricante Atari, que se llama «Tempest (1981)». Cuando hablamos de Polybius nos referimos a un videojuego adelantando a su tiempo, de gráficos y colores espectaculares, estridentes sonidos, capaz de producir adicción y graves problemas psicológicos a los jugadores. Su aparición data entre los años 1979 y 1981 —según los diversos testimonios—, concretamente en algún punto indeterminado de Portland (Oregón, Estados Unidos), desapareciendo en pocos días, tal como surgió, de la noche para la mañana. Se dice que el desencadenante fue la muerte de un muchacho de 13 años por ataques epilépticos mientras estaba jugando.

La historia es totalmente imprecisa, y encontrar datos contrastables una tarea imposible. Toda la información que existe al respecto no son más que rumores y testimonios de dudosa credibilidad. Según cuenta la leyenda, el juego de Polybius fue fabricado por una misteriosa empresa llamada Sinneslöschen —en alemán «pérdida de los sentidos»—, y programado por un tal Ed Rottberg, al parecer uno de los diseñadores de Atari por aquellos tiempos y creador del mítico videojuego Battlezone.

Lo que sí resulta curioso es que la página web www.sinnesloschen.com existe, y en ella se puede descargar una simulación del juego original para ordenador. Una ROM muy popular y a la que ya han jugado muchos aficionados; lo que no sabemos es si su estado mental habrá sufrido alguno de los daños que se comentan.

Uno de los principales alicientes de esta leyenda urbana es el uso de las teorías conspirativas, a las que se recurre para explicar todo el oscurantismo que impide la búsqueda de información acerca del proyecto, o proyectos secretos de colaboración que se habrían firmado entre Atari y el gobierno de los Estados Unidos, y que no habrían salido del todo bien. Por supuesto, no existe ni el menor indicio de que esto sea cierto.

Según los testimonios de aquellos quienes tuvieron la fortuna o la desgracia de jugar a Polybius, la tarea consistía en manejar una nave espacial con la que se disparaba a los enemigos, sin embargo, ésta permanecía estática, y era la pantalla lo que se movía entorno a ella. La máquina no tenía más que un botón de disparo y un joystick para rotar la pantalla.

El juego supuso una revolución en aquella época, y su aspecto gráfico, de colores vivos y abundantes efectos luminosos, fue una gran atracción para la mayoría de jóvenes, incapaces de resistirse a sus encantos. Todo un despliegue hipnótico de luces estroboscópicas y gráficos vectoriales, en los que se ocultaban mensajes subliminales, y que producían severas afecciones neurológicas, así como mareos, vómitos, pérdidas de memoria, alucinaciones, ataques epilépticos y terrores nocturnos, entre otros.

Estos mensajes subliminales tenían por objeto incitar al suicidio o al conformismo, con frases como «Kill Yourself» (mátate), «No Imagination» (sin imaginación), «No Thought» (no pienses), «Conform» (confórmate), «Honor apathy» (honra la apatía), «Do not question authority», (no cuestiones a la autoridad) o «Surrender» (ríndete). Asimismo, estos mensajes se acompañaban de fortísimos sonidos, voces y lamentos; o al menos así lo relataban los jugadores.

Dado el poder que tienen los mensajes subliminales, y a su vez el poder que otorgan a quienes estén en condiciones de controlarlos, no es de extrañar que la motivación de este proyecto fuese, precisamente, la experimentación de nuevas formas de estimular el subconsciente, y dada la gravedad de los experimentos, estaría más que justificada la necesidad de realizarlos de forma encubierta, sin que nadie supiese nada, y sin dejar rastro alguno una vez concluyesen.

Una de las razones por las que resulta tan difícil encontrar testimonios fiables respecto a Polybius es que la mayoría de los jugadores apenas conserva recuerdos. Todos ellos pasaban en cuestión de poco tiempo de la máxima adicción a la repulsa, olvidándose de la experiencia casi por completo. Podría decirse que esto sería algo así como un borrado de memoria, tal cual hacían los «Hombres de Negro» en la película de título homónimo, con aquel simpático artilugio en forma de bolígrafo futurista, el «neuralizador».

Y sí, los «Hombres de Negro» no podían faltar en toda esta historia. Hay testigos que afirman haberlos visto —hombres vestidos con traje negro—, hablando con los dueños de los salones y tomando notas de todo lo que sucedía. Incluso hay quien afirma que, en alguna ocasión, estos señores olvidaron cerrar el menú de opciones oculto en el juego antes de irse, y en el que se podía observar una serie de parámetros para configurar el grado de alucinaciones, mensajes subliminales y otros elementos que nada tenían que ver con el juego en sí.

Todo concluyó de forma súbita, al igual que comenzó. La prensa local de Portland publicó un artículo acerca de un muchacho que falleció mientras jugaba, al sufrir un ataque epiléptico. Al día siguiente, los hombres de negro recorrieron todos los salones recreativos de la ciudad en los que se había instalado la máquina de Polybius, pero esta vez ya no para tomar notas ni realizar ajustes, sino para retirarlas. No quedo ni una; desaparecieron para siempre y jamás se volvió a saber de ellas.

¿De dónde proviene el nombre de Polybius?

Es probable que el juego nunca llegase a existir de verdad, no así la leyenda urbana que, en este caso, toma su nombre del historiador griego Polibio (Megalópolis, Grecia. n.200 a. C. - 118 a. C.), considerado como uno de los historiadores más importantes, pues fue el primero en escribir una historia universal. Sin embargo, lo que más puede llamar nuestra atención no son ni los trabajos ni las teorías de estudio de Polibio, sino más bien, por la construcción de un curioso artefacto que, a pesar de no haber sido concebido en su momento para el cifrado de mensajes, sino como un sistema de comunicación sencillo, hoy en día se estudia como uno de los sistemas clásicos de criptografía; esto es «El cuadrado de Polibio»; un sistema de cifrado bífido, de letras y números que se trasmitía mediante la codificación de señales luminosas, en este caso antorchas. No cabe duda que existe un paralelismo entre los mensajes subliminales, los gráficos vectoriales que toman la forma de cubo, los destellos y otros elementos propios de Polybius, para darse cuenta que el nombre utilizado tiene mucho que ver con «El cuadrado de Polibio».

Polybius: Teorías especulativas

Acerca del fenómeno, ya sea misterio o realidad, existen diferentes teorías que van desde las más racionales, como son las que apuntan a un prototipo o versión fallida del videojuego Tempest (Atari, 1981), a las más paranoicas, que se refieren a un proyecto secreto del gobierno para el control mental, pasando por las incrédulas, que hablan directamente de un bulo, hoax o noticia falsa.

Puesto que toda leyenda urbana que se precie necesita de una explicación con la fuerza necesaria,  tanto para seducirnos como para convencernos, pensar que la CIA y Atari —bajo el nombre en clave de Sinneslöschen—, estuviesen trabajando en algún tipo de proyecto para estudiar la mente humana, reclutar soldados a los que se les pudiese programar el cerebro convirtiéndolos en autómatas, o en base a cualquier otra hipótesis similar, es algo que engancha, reconozcámoslo. Más todavía si hemos visto la película ochentera que le iría a esta historia como anillo al dedo, me refiero a «El último Starfighter (1984)», aunque esto ya sería mucho desvarío.

Cuando se hace referencia a la CIA respecto al videojuego de Polybius, otro concepto que salta a escena de inmediato es el «Proyecto MKULTRA», o «MK-ULTRA», operaciones encubiertas ilegales que se dedicaban a la investigación con seres humanos, en concreto programas de control mental. Tras la Segunda Guerra Mundial, y gracias a lo que se conoce como «Operación Paperclip», el Servicio de Inteligencia Militar de los Estados Unidos se hizo cargo de científicos nazis especializados en armas «maravillosas» del Tercer Reich —rayos desintegradores, máquinas del tiempo, condensadores de fluzo y escobas voladoras; cosas así—, ofreciéndoles protección a cambio de que trabajasen a su servicio. De esta forma, a principios de 1950, nació el proyecto MK-Ultra, prolongando sus actividades hasta principios de los años 70. Entre la metodología empleada por los científicos para el control mental, muy útil para interrogatorios, por ejemplo, se encontraba la administración de drogas (LSD) junto con la alteración sensorial a través de dispositivos electrónicos. Buscar una conexión entre la leyenda urbana y los experimentos del gobierno, que en la década de los 80 eran conocidos por todos, y con la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS como telón de fondo, tiene mucha razón de ser.

Polybius: ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Resulta lógico pensar que las grandes empresas como Atari, antes de poner una cabina de videojuegos en el mercado, colocasen algunas unidades —pocas—, en determinados puntos a modo de prueba, antes del lanzamiento oficial. Además, a principios de los ochenta la industria se hallaba en clara fase de experimentación, y las máquinas no eran todo lo seguras de lo que la gente podría pensar. Es muy probable que, o bien Polybius se trataba de una versión temprana o defectuosa de «Tempest», o bien de otro juego que jamás se comercializó, ya fuese tras el fracaso del periodo de pruebas, o a causa de la muerte del muchacho de Portland, que puede que sí tuviese algo que ver en todo esto. De hecho, los periódicos locales informaron en varias ocasiones de jóvenes que sufrieron graves trastornos mentales por jugar a videojuegos como Tempest o Asteroids; casos todos ellos que se relatan con nombres y apellidos. Constan hasta nueve casos de ataques epilépticos a principios de esta década registrados en Estados Unidos, lo cual, si pensamos en todos aquellos otros que pasarían desapercibidos, sin que la prensa se hiciese eco, podría llevarnos a una conclusión estremecedora.

Si nos atenemos a las pruebas fehacientes, lo cierto es que no existe ni una sola imagen real de la máquina Polybius; todas las que circulan por internet son montajes fotográficos. Tampoco existen testimonios acreditados, ni un registro de copyright que pueda justificar tal existencia. Y, la única aproximación que podemos obtener del juego en sí no es más que la versión simulada del mismo, que para muchos es real, bien por desconocimiento, bien porque así lo prefieren creer. Aunque también es cierto que, parafraseando a Charles Baudelaire: «El mayor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía»; podríamos pensar que… ¿y si la ROM de Polybius existiese de verdad, camuflada entre las simulaciones? A fin de cuentas, la cabina no es más que una caja de madera.

Llama a la atención el lapsus temporal que nos encontramos entre el año 1981, cuando aparece y desaparece la máquina en las calles, hasta el año 1998, cuando se habla de ella por primera vez en el sitio web de CoinOp; como si durante todo ese tiempo a nadie le interesase. De hecho, ni siquiera existe una sola referencia a este videojuego en revista alguna, al menos hasta el año 2003, cuando se publica un artículo en GamePro Magazine.

Tras su irrupción, ya como misterio creciente en 1998, comienzan a surgir diversos nombre propios asociados al mismo; entre los cuales destacan el de un tal CyberYogi, programador alemán que podría haberse inventado el mito como una broma tipo «April Fools Joke» —día de las bromas de abril—. Otro nombre que suena con fuerza es el de un tal Steven Roach, quien asegura haber participado en el proyecto, y que éste se suspendió a causa de los trastornos mentales que causaba en los jugadores; testimonio que se ha puesto en duda en más de una ocasión al desvelarse serias contradicciones en su relato. Las fuentes más escépticas apuntan a que la historia de Polybius es un bulo, una broma que surgió en los foros de USENET, sin más. No obstante, tras la desclasificación de documentos secretos, a todo apunta a que realmente Polybius sí que existió, y los rumores están en lo cierto.

Como diría Fox Mulder de Expediente X, «la verdad está ahí fuera»

Fuente: Extracto del artículo publicado por Emilio Iglesias, editor de Relatos Pulp Ediciones, nuestra web hermana, a modo de prólogo para la novela corta basada en el mito. Novela publicada en papel, y más que recomendable para todo aficionado a los videojuegos ochenteros, la ciencia ficción y el terror. EL libro incluye varios artículos de opinión. A la venta en Amazon. Pincha en el enlace para saber más.

NOVELA CORTA: «Polybius, la máquina del terror»